Wolfenstein: The New Order PC

Ayer jugué una sección de una hora del nuevo Wolfenstein. La pregunta, evidentemente, es si el título está a la altura de la franquicia. La sección que probe está ubicada 45 minutos dentro del juego y en 1946. En ella, tomé el control de un soldado estadounidense que debe infiltrarse y asesinar a un dirigente nazi.

Jugamos un build prealpha para PC. No había opción de control con un teclado y se notaba que el título, por la sensibilidad de las palancas análogas, estaba configurado para el esquema de control tradicional y no para Xbox 360.

La aventura comenzó mientras escalábamos la pared de un castillo nazi en busca del general. Acto seguido, y luego de esquivar escombros de un avión que estrelló, pudimos entrar y recorrer la vieja fortaleza. Hasta aquí, nada sorprendente: apuntar, disparar y cubrirse al estilo Call of Duty. No vi ningún elemento que destacara el título de la oleada de otros similares que inundan el mercado.

En cierto punto de la trama, los protagonistas caen en un cuarto de incineración de experimentos fallidos. La voz en off del protagonista acompañaba estos momentos dramáticos con comentarios melancólicos. No sé si podría pensar en efectismo, pero sin duda alguna se sintieron forzados y contrastaban duramente con la personalidad áspera de mis compañeros de batallón.

Narrar aspectos destacados del demo requiere que me remita forzosamente a la trama. Por desgracia, eso arruinaría la experiencia para quienes van a jugarlo, así que sólo diré rasgos generales: en un punto, ganas la capacidad de sostener armas en cada mano. No puedes apuntar, pero sí duplicar tu capacidad de disparo. Si lo sostienes en un solo brazo, cada arma tiene 2 modos distintos de disparo —casi siempre semiautomático y normal.

A fin de cuentas, el nuevo Wolfenstein es un FPS moderno más. Su mérito no es mayor ni menor. Tal vez lo más loable es que pertenece a la estirpe de juegos que ayudó a forjar el género, pero su última encarnación no destaca por ser precisamente una nueva meta por superar. Triunfar en este complejo género supone algo más que una trama interesante y una actitud de chico malo.