Como todo buen chavorruco ochentero nostálgico de la era del cartucho, me siento atraído por los juegos retro. Me refiero no sólo a las propuestas de aquella época, sino a las que en la actualidad, con su hechura, estética, música y entorno, me hacen regresar a esos días en los que existía un cable entre tú y tu consola.
¿Alguna vez has logrado terminar Contra sin el famoso Konami Code o Ninja Gaiden sin perder una sola vida? Títulos como esos pueden convertir una sesión de juego en una sucesión de rabietas y controles lanzados contra la televisión (CRT, por supuesto). Tal es el caso de Cuphead. La primera vez que tuve frente a mis ojos esta propuesta independiente fue en el E3 de 2015 (aunque el primer teaser se presentó un año antes). Con tipografía y aspecto de los dibujos animados clásicos de los años 30, se introducía como un run & gun mezclado con peleas y presentando a un par de personajes dibujados a mano con cabeza de taza y popote incluido. Por si eso fuera poco, Cuphead y Mugman podían disparar haciendo la forma de pistola con la mano mientras combatían enemigos con ese aspecto caricaturesco tan característico. Inmediatamente se notaba el cuidado excesivo en los detalles. Simplemente me dejó fascinado y no podía esperar para ponerle las manos encima. Nunca había visto algo así. Tristemente, sería una exclusiva de Xbox One y PC, plataformas con las que no cuento. Tenía que buscar la forma de jugarlo.
A finales de 2018 me hice de una Mac. Cuál sería mi sorpresa cuando me enteré de que, un par de meses antes, la ópera prima de StudioMDHR había sido lanzada para ese dispositivo a través de Steam. A un precio muy accesible adquirí mi copia digital y fue entonces que pude experimentar las aventuras de este par de tazas.
Lo que más salta a la vista es sin duda la estética y el arte del juego; eso fue lo que me enamoró de él en un principio (¿mencioné que los personajes hacen mano de pistolita para disparar?). Sin embargo, la experiencia va mucho más allá, ya que se rinde homenaje a ciertos rasgos de los juegos de antaño que en la actualidad es poco común encontrar.
La dificultad es notable. Para vencer a algunos jefes se requiere mucha paciencia, observación y precisión. Vaya, no es nada que el ensayo y error no puedan remediar, pero sin duda se necesita entrenamiento y memorización de los patrones. Siento una gran satisfacción cada vez que la leyenda Knock Out! aparece en pantalla, sobre todo después de "n" cantidad de intentos. Esta dinámica era muy común en los títulos que solía jugar en mis años mozos, como Castlevania o Mega Man, donde los villanos de cada etapa se volvían mucho más sencillos de derrotar una vez que identificabas su secuencia de movimiento, por lo que es un placer ver algo así en una propuesta actual, sobre todo si representa un reto similar que te transporta a esas tardes de diversión y frustración.
Otra característica que representa un puente con el pasado es la posibilidad de jugarlo con alguien más de manera presencial. En una industria en la que el multiplayer local cada vez tiene menos impulso debido al enorme monstruo que representa el juego online, siempre es gratificante tener la opción de ponerle de dos y compartir la experiencia con alguien sentado en el mismo sofá. Para mí tuvieron (y tienen) mucho valor esas partidas de Contra III: The Alien Wars o Battletoads con un compañero junto a mí para intercambiar impresiones de forma más directa.
No puedo hablar de Cuphead sin referirme a su música. Desde que inicias el juego comienzas a escuchar ese hiss tan común en las grabaciones analógicas, dando paso a Don’t deal with the devil, una canción en la que se nos cuenta la historia de los protagonistas mientras estos se contonean sonrientes. No pude evitar recordar la gloriosa época del midi, formato en el que, a pesar de las limitantes, se lograron composiciones inolvidables y de muchísima calidad, como las pegajosísimas melodías de Little Nemo: The Dream Master o las inconfundibles notas de Mega Man. Cada instancia de Cuphead está acompañada por una tonada propia del contexto que me lleva a constatar el hecho de que se trata de una labor cuidada en extremo. Kristofer Maddigan sin duda hizo un excelente trabajo en cada una de las 56 pistas que conforman el soundtrack.
Resulta evidente que la intención de los desarrolladores fue la de escribirle una carta de amor a ese pasado con el que algunos a veces suspiramos. La apariencia antigua, la dificultad, las mecánicas de juego y el replay value son elementos que se conjugan de manera perfecta en esta oda a la creatividad. Considero que una de sus más grandes fortalezas es que sus creadores supieron rescatar de forma destacable la esencia de ese material proveniente de la primera mitad del siglo pasado e incorporarlo al presente. Se siente como un juego viejo nuevo, o nuevo viejo, no lo sé, pero lo que sí sé es que los hermanos Chad y Jared Moldenhauer no pudieron haber encontrado una mejor manera de introducirse en la industria y mostrarle al mundo lo que son capaces de hacer.
Tal vez te estés preguntando por qué un sujeto en LEVEL UP está hablando de un juego que salió hace casi 2 años. Es una pregunta justa para la cual este mismo sujeto tiene la respuesta: gracias a la creciente amistad entre Nintendo y Microsoft, Cuphead llegará a la consola híbrida el próximo 18 de abril. Así es, se expande el horizonte para que más gente pueda deleitarse con esta fascinante obra y llevársela a todas partes. Por si esto fuera poco, en este año tendremos un DLC llamado The Delicious Last Course que, entre otras cosas, incluye a Ms. Chalice, un nuevo personaje.
¿Has jugado Cuphead? ¿El que salga en Switch te anima a hacerlo? ¿Qué piensas de este título? Cuéntanos.
Sobre el autor:
René Molina es gamer desde que se jugaba con joystick y un botón rojo. Aunque lo que más juega es de Nintendo, le gusta explorar otros horizontes para no perderse de nada. Abstente de tocar sus controles si tienes las manos sucias, especialmente con Cheetos.
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