Las películas de zombies brillan por tener baños de sangre exagerados, personajes cliché y una causa del deterioro humano, ya sea un virus transmitido por intercambio de fluidos o un regreso inesperado de los muertos. Pero, ¿Qué pasa cuando llega una película a romper con este modelo? Cuando se nos presenta una infección que es transmitida, no por contacto físico, sino por un elemento humano del que pocas veces se discute en la cultura popular. Cuando lo que nos mantiene en la silla no son los personajes divirtiéndose como turistas en los balnearios de sangre, sino un ambiente terror que se sostiene en el horror de lo no visto y lo que puede pasar.
Pontypool es una película canadiense de bajo presupuesto dirigida por Bruce McDonald. Situada en un pequeño y helado pueblo de Canadá, desarrollada casi en su totalidad en una claustrofóbica cabina de radio local y que nos presenta el poder del lenguaje a través del horror en la narración. La excelente actuación de Stephen McHattie nos lleva, con su voz, a ser espectadores de los sucesos inexplicables que atormentan al pueblo de Pontypool.
Lo importante en esta película no son las imágenes, sino lo que se dice: la poesía. Recordando las teorías de Lessing sobre la pintura y la poesía; la primera es el arte del espacio, donde los elementos son yuxtapuestos, mientras que la segunda es el arte del tiempo, donde los elementos son consecutivos. Esto quiere decir que, mientras la pintura se preocupa por darnos muchos signos al mismo tiempo en un espacio, la poesía nos los da uno detrás del otro en un tiempo. Así, el director nos presenta un apocalipsis zombie con hechos contados uno tras otro, y no con la presencia de imágenes ya tan conocidas de este cine (hordas, sangre, armas caseras, etc.) Como Homero al describir el arco de Pandaro (contando desde la caza de la cabra de dónde sacaron los cuernos para construir el arco, hasta cómo el artesano lo fabrica) Bruce McDonald nos da su cataclismo zombie a partir de hechos, historias.
Hay un gran peso en las palabras, en el método exclusivamente humano (como Sapir lo llegó a llamar) del lenguaje. Un virus que nos alude a las teorías del padre de la lingüística, Ferdinad de Saussure: el significado y significante de las palabras. Una imagen acústica y el concepto mental que nos evoca. En Pontypool encontramos una degeneración del humano desde su característica más pura.
Pontypool es una película que puede decepcionar a los fans más puristas de los zombies, pero definitivamente agrada al espectador que busca más, que le interesa los experimentos hasta en un género tan cerrado, como lo es éste.
Twitter: @shinpachimono
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