El otro día estaba haciendo la compra en el súper cuando me llamaron del hospital. Resulta que mi mujer estaba dando a luz y me llamaban para que acudiese. Rápidamente abandoné los productos que llevaba del súper y los dejé por ahí mal puestos como pude. Salí pitando, me dirigí al aparcamiento, subí al coché, arranqué y salí cagando leches hacia el hospital.
Una vez allí, empezé a mirar como un loco de lado a lado, de pasillo a pasillo buscando algo que me indicara dónde estaba mi mujer. Pasó una enfermera por mi lado y le pregunté. Ella, muy amablemente, me indicó y me dirigí corriendo a la tercera plantala, pasillo C, puerta 23. Al llegar, vi que el doctor, manchado de sangre, salía de la habitación. Él se percató de mi cara de susto y se dirigió hacia mí, deduciendo que sería el padre. Intentó calmarme.
-No se preocupe señor, su mujer y su hijo están a salvo.
Aliviado, eché el aliento y sonreí.
-Pero hay algo.. ha ocurrido algo.
El miedo volvió a mí.
+Qué ocurre doctor?
-Verá, no hay forma fácil de decir esto, así que lo diré sin más. Su hijo no tiene brazos.
Me ruborizé, noté cómo mi estómago se encogía, mi temperatura subía.. mi hijo no tenía brazos?
-Espere, todavía no he acabado. Su hijo tampoco tiene piernas.
Noté que me iba a desmayar. Sentía algo parecido a la tristeza más profunda pero creo que era més bien desgracia. Empezé a llorar.
-Además (prosiguió el doctor), no tiene torso.
Mi hijo no tenía torso! Cuán desgraciado soy, pensé. No podía estar peor.
-De hecho no tiene nariz ni ojos ni boca.
No podía sentir más dolor.. pero en el fondo del pozo emocional en el que me encontraba hallé algo de fuerza, y dije:
+Doctor, muéstreme a mi hijo por favor. Quiero verlo.
El doctor asintió y entró en la habitación. Me dijo que esperara fuera. Salió al cabo de dos minutos con una cajita de plástico del tamaño de un puño. La depositó en mis manos y asintió con la cabeza. Abrí la caja y... ahí estaba mi hijo. Una orjea. Una oreja perfecta, la más bonita que jamás he visto.
+Hijo, te quiero y siempre te querré (le susurré). No tienes defectos para mí. Eres hermoso. Único, especial.
Empezé a ilusionarme, el miedo y las preocupaciones se desvanecían. Y entonces el doctor dijo:
-No se esfuerze, es sordo.
laic zi lloraste por el final inesperado