...fue lanzado el The Legend of Zelda original, en América.
El juego ocupaba apenas dos megas de espacio, y se vendió como pan caliente a pesar del pésimo comercial con el que NoA quiso comercializarlo. De todos es sabido la gran cantidad de mecánicas innovadoras que este juego trajo a la mesa, siendo el principal de ellos, y sin duda el más influyente para los juegos que le siguieron, la posibilidad de guardar tus avances en el juego, gracias a una batería interna (Nintendo pronósticaba una vida útil de 10 años para esa batería, pero hay quien dice que hay todavía algunas que funcionan). Al igual que muchos de los juegos de Nintendo, tiene como bases las mecánicas que otros juegos presentaron anteriormente, pero todo mejorado gracias al "estilo Nintendo". Era un RPG, pero al mismo tiempo, no lo era. Las batallas por turnos habían sido cambiadas por frenéticas peleas en donde peleabas por tu vida en espacios confinados. No subías de nivel, pero sí debían hacerlo tus armas y accesorios, y tu habilidad motriz. Hay enemigos que solo te dan un segundo para reaccionar, y si no lo haces, estás muerto. Al compararlo con otros juegos RPG de la época, como Dragon Warrior y Final Fantasy, se sentía como un juego mucho más accesible... y al mismo tiempo, más complicado.
La magia del juego consistía en que empezabas en medio de la nada. Nadie ni nada te daba una sola pista de a dónde ir o qué hacer. Podías ir a donde quisieras, e incluso, ir hasta el límite del mundo del juego desde el primer momento. Solo debías ser muy hábil para esquivar a las oleadas de enemigos, y ya estaba. El juego era genial. Esa ansia de descubrimiento que querías saciar aunque te costara la vida. Solo querías ver qué había más allá. Es un sentimiento primario en el ser humano, imbuido en nuestro ADN, en nuestra condición humana.
Los recuerdos que tengo con este juego es haberlo jugado cuando el NES que me regalaron unos tíos estaba a punto de dejar de leer los discos para siempre. No hay un sentimiento más frustrante que tener que insertar el cartucho en la consola veinte veces para que arranque el maldito juego. Me encantaba entrar a las mazmorras y matar a los jefes, pero nunca pude disfrutarlo del todo porque, por los defectos de la consola, se glitcheaba y los gráficos se veían mal. Aún así, era una experiencia mágica el escuchar esa música, el encontrar llaves, encontrar cuevas ocultas. Al final, el NES murió y yo nunca pude completar el Zelda.
Solo hasta hace relativamente poco, que compré el juego en la Virtual Console, y pude completarlo. No soy nada hábil con el gamepad (de hecho, no soy muy hábil con nada) y me costó más de un maldito año acabarlo, pero, ¡carajo! qué buen juego. Valió la pena cada maldito segundo invertido. Siento que no se le da el reconocimiento que merece, y es una lástima. Sin duda, uno de los mejores Zelda que haya habido.