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De todas las franquicias competitivas que posee Nintendo, sólo hay una que puede crear rivalidades y enemistades entre quienes solían ser grandes colegas: Mario Party. Desprovista del frenesí característico de Mario Kart, y de la fluidez de Mario Strikers, esta saga logró triunfar por imitar el esquema usado en los juegos de tablero como Monopoly, reuniendo amigos o familia en largas sesiones de ocio e incontables minijuegos. El problema es que la idea se estancó y pasó de entretenimiento a tedio en muy pocas iteraciones; esta novena entrega supone un regreso a la diversión, que desechando un poco de esencia, corrige todos los errores y defectos para ofrecer una experiencia más estimulante.
En inicio se plantea un modo de historia para un jugador, incluyendo la misma profundidad argumental que se maneja en todas las propuestas de Mario, pero siendo justos, debemos decir que es irrelevante no tanto por temática, sino porque al tratarse de un juego social, ¿quién querría pasar horas solo compitiendo contra la Inteligencia Artificial? Por eso se agradece la ausencia del requisito de atravesar toda la campaña a solas para desbloquear minijuegos, y que dicha labor pueda completarse en compañía de alguien más.
Dejemos a un lado las buenas noticias y pasemos a las excelentes. Pese a que siempre ha contado con un devoto nicho, Mario Party destacaba por tener un ritmo lento, casi tortuoso que usualmente alejaba a buena parte de la audiencia sólo por lo cansado que era concluir una partida. Los términos han cambiado y ahora los cuatro jugadores ya no pueden moverse por separado y avanzan como grupo sobre un automóvil en el que cada quien toma turno para echar los dados y hacerlo caminar. El tablero también presenta diferencias, pues dejó la estructura circular para cambiar a lineal, así que dejó de ser necesario dar incesantes vueltas para simplemente llegar a línea de meta.
En este mismo aspecto del tablero, podemos decir que el diseño está mejor estructurado y sigue el esquema de un videojuego tradicional: con jefes intermedios y un antagonista final. Estos encuentros con criaturas desafiantes siguen la regla del minijuego, pero implican un reto mucho mayor y dado que todos deben colaborar para derrotarlas, se convierte en una lucha por sobrevivir al tiempo que se intenta sobrepasar a otros competidores en puntaje. Pero además de enfrentamientos singulares, el resto de las casillas convencionales son más interactivas y requieren de un mayor número de acciones por parte de cada jugador; entre otras cosas, el uso de una variedad de dados que causan distintos efectos uno que gira a velocidad extra lenta, otro tiene lados adicionales, por mencionar algunos, todos afectando el curso de la partida.
Además de desplazarse entre peligrosas zonas, la mecánica es muy sencilla, y para los que no estén familiarizados, consiste en acumular el mayor número de estrellas, para así, superar a los contrincantes. En el pasado, ganaba quien llegara a cierto número, ahora se define al arribar al final, y a diferencia de antes, los marcadores ya no son tan cerrados, ni tan bajos, pues hay una abundancia casi obscena de estrellas en cada minijuego: por avanzar casillas cuando controlas el vehículo, al asestar el golpe final a un jefe, cuando castigan a los demás jugadores, al ganar una competencia siendo tú el líder, en fin, sobran los ejemplos pero la idea permanece, los resultados terminarán muy disparados, aunque siempre habrá oportunidad de voltear completamente la tabla de posición para tomar la delantera.
Adentrándonos en materia de minijuegos, vale recalcar que su diseño excede lo simple, sin que sea negativo, pues la intención es que sean rápidos y concisos, y lo consiguen con peculiar perfección. Y como es evidente, se repiten muchos de entregas anteriores, en ocasiones pareciera que demasiados, aunque en realidad también se agregó una cantidad sustancial de nuevas competencias, y el lado positivo es que casi todas son divertidas. Las labores no van más lejos de golpear con precisión enemigos que aparecen a raudales, ganar pruebas de velocidad, uno que otro examen de destreza y hasta suertes en las que debes dar con el número de objetos que se muestran en pantalla. La virtud de cada uno es que en general duran alrededor de 30 segundos y rara vez rebasan el minuto, junto al hecho de que la presentación visual es atractiva si bien a veces muy colorida para ciertos gustos y el diseño de la mecánica, entretenido, sea que estés lanzando ingredientes a una gigantesca pizza giratoria o descendiendo por un tobogán mientras evitas toda clase de obstáculos. Una diferencia encomiable en la naturaleza de los minijuegos es que ganar ya no es una cuestión de accidentes casuales ni es dejado a la suerte, en esta ocasión todo depende de auténtica destreza, otorgando recompensas acordes con el desempeño, aunque aún hay momentos (pocos) en que la intuición supera a la precisión.
Es un hecho, gran porción de seguidores de la franquicia se sentirán desilusionados frente a los cambios, pues al pautar una experiencia más divertida se arrebató una importante cantidad de esencia que definía a Mario Party. Lo cierto es que a expensas de esos sacrificios, este título es una resurrección oportuna para la serie que se había sumido en un pozo de mediocridad y tedio, diseño repetitivo y ausencia de esfuerzo por parte de sus creadores a fin de aportar más entretenimiento. Es así que Mario Party 9 se posiciona como una apuesta ingeniosa y fresca en el ámbito de los títulos de tablero, tiene sus errores y defectos pero no como para echar a perder la diversión, y aunque difícilmente conquistará el corazón de las personas que no se sienten atraídas a este tipo de juegos, es una buena oportunidad para pasar tiempo compitiendo con amigos, además, se beneficia de la simpleza que caracteriza a los juegos de Nintendo.
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