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Concebido no sólo para extender la popularidad del jocoso personaje del que toma nombre, sino para estimular la casi inexistente industria del pixel en Latinoamérica, El Chavo es un juego con una propuesta sencilla: ofrecer entretenimiento para toda la familia por medio de una experiencia accesible usando a personajes entrañables que apelan a la nostalgia de varias generaciones. No es que el concepto cause fascinación en todo tipo de persona, de hecho, el programa de televisión del Chavo del 8 y su versión en caricatura animada ostentan incontables detractores, pero es difícil negar el legado, y en este caso el trabajo de Kaxan Games se enfocó en capturar la esencia cómica en una colección de minijuegos que si bien no son perfectos, cumplen su propósito de diversión.
Vayamos a los detalles. Al tratarse de un título de tablero con mecánica muy parecida a la de un juego de mesa, como Monopoly, queda en evidencia que no requiere de mucha carga argumental, por ello se entiende que toda la aventura esté justificada en que la pandilla de la vecindad descubre un misterioso baúl en el hogar de la Bruja del 71, mismo que los transporta a un mundo mágico. La diferencia con otros cuentos idénticos, es que aquí los afectados no buscan escapar del embrujo, simplemente se dedican a disfrutar la diversión sin límites que ofrece ese fantástico lugar; por supuesto, nos hacen cómplices de sus travesuras.
Así las cosas, la idea de El Chavo es recorrer un camino compuesto de casillas hasta llegar a la meta, en una intención reminiscente de una partida común de Serpientes y Escaleras. Claro, las reglas son un tanto diferentes, obviamente debido a la presencia de los juegos breves. Al lanzar los dados, que en realidad se muestran como una ruleta con números de 1 al 12, el objetivo es tomar turnos para avanzar y en ocasiones caemos en losetas que dan pie a actividades. Desde luego, existe la posibilidad de que tu suerte te lleve a bloques neutros, cuya función implica el fin del turno, pero también podrás aterrizar en bloques que otorgan premios o te adelantan algunos pasos; por otro lado, si la fortuna es desfavorable, podrían retornarte algunas posiciones en el tablero. Tal vez sobra decir que la dinámica toma referencia de veteranos como Mario Party, aunque es justo remarcar que la obra de Nintendo es a su vez resultado de mezclar actividades lúdicas que existían siglos atrás.
Volviendo al tema, la experiencia se divide en dos modalidades: el modo copa, que como su nombre indica, es una extensa competencia nutrida de retos; y libre, que permite disfrutar a discreción los minijuegos sin necesidad de recorrer el tablero y en su lugar, simplemente navegas a través de un menú minimalista. Aunque en ambas el único objetivo es pasar un rato de entretenimiento y tus logros se evaporan una vez terminas la partida, los minijuegos disponibles en el modo libre sólo pueden ser desbloqueados una vez que hayas terminado la modalidad copa. Este punto es delicado, pues aún si la copa tiene un formato ágil y relativamente corto, las pruebas que aparecen son completamente al azar y liberar todas puede tomarte varias horas.
Lo anterior sería un inconveniente menor, después de todo se supone que la temática del juego te obliga a competir varias veces, de no ser porque jugar solo puede volverse experiencia tortuosa. Para seguir la tendencia marcada en este tipo de títulos, si juegas a solas debes esperar a que los tres personajes manejados por la computadora tomen turnos y después tendrás oportunidad de tomar el control. Al principio no se nota, pero después de un par de horas comienza a ser desesperante. Bajo la misma luz, otro defecto es que la Inteligencia Artificial puede tornarse excesivamente exigente, al grado de entorpecer tu desempeño en los minijuegos. Un caso ejemplar es cuando debes lanzar aros hacia un grupo de vasijas, es evidente que debes recurrir a tu destreza, pero aún si eres habilidoso con los movimientos del Wii Remote, es sumamente difícil superar la precisión y velocidad de tus contrincantes. Afortunadamente, aquí se enfatiza la participación de otros jugadores, de modo que la mejor opción será compartir la experiencia con amigos o la familia.
El lado positivo de tanta repetición es que la sustancia de El Chavo, es decir sus minijuegos, se muestran sorprendentemente divertidos. Sería absurdo negar que pecan de poco creativos, pues muchos constan de usar el control para lanzar objetos o se basan en clichés, como recolectar animales para llevarlos a una esquina. Lo interesante es la ejecución. Para ejemplificar, una cacería de gallinas, que implica depositarlas sobre un huevo y así provocar que el polluelo salga del cascarón; el aspecto peculiar se da en que puedes robarle aves a tus compañeros todas las veces que desees, y de hecho, se espera que lo hagas si quieres ganar. Hay muchas actividades frenéticas y caóticas como esta que estimulan la interacción de jugadores de un modo divertido. Desde otra perspectiva, también hay minijuegos defectuosos, como los que te piden agitar el Wii Remote como desquiciado, sin obedecer a un tipo de movimiento específico, además hay veces que no queda claro qué debes hacer para ganar un desafío, si agitar más rápido, más fuerte o con mayor distancia. Estos retos son tan obtusos que podrías terminar como Don Ramón, dando pisotones berrinchudos; es lamentable, pues de haberse desarrollado con un enfoque más claro en los movimientos, las pruebas hubieran resultado más entretenidas.
El Chavo surge como una propuesta interesante y con mucho potencial para demostrar que la escena del desarrollo en Latinoamérica puede producir obras entretenidas, con valores de producción aceptables. Es cierto que en comparación con juegos similares le faltó contenido, pero sin parecer permisivos o tolerantes, este título cumple con el propósito de diversión para varias personas. Lo anterior es válido con una precisión frívola, pues desde la primera vez que lo juegas es evidente que el concepto daba para mucho más, especialmente porque la estética es atractiva, al margen de las deficiencias gráficas. Al final, la colección de minijuegos es un tanto inconsistente, y de entregar una competencia más aguerrida, en la que las travesuras de los personajes se hicieran más evidentes, es posible que hubiera resultado en un concepto considerablemente más divertido; quién sabe, tal vez el diseño se les chispoteó.
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