- ¿Son violentos?
- Sí.
-¿No tienen ninguna forma de comunicación?
- Claro que la tienen. Tienen muchas. Han creado tantas formas de comunicación que no creerían cuántas. Ya he perdido completamente la cuenta. Principalmente, usan uno de sus órganos para crear vibraciones y sonidos, los cuales son captados por otro órgano, los cuales traducen estos sonidos en mensajes.
- ¿En serio? Pero eso es... ¡fascinante! Son muy inteligentes. Aunque parece ser una forma de comunicación poco fiable.
- Claro. Ninguna de las que han creado lo es completamente. Son seres muy, muy complejos. A veces, aunque el mensaje lo hagan lo más claro posible, es tergiversado por el receptor, y la comunicación falla.
-¿Es esa la causa de que sean tan violentos?
- En parte. Pero la razón principal es muy clara, y obvia.
- Dinos.
- Consideran a otro ser de su misma especie como un ser totalmente sin relación. Es imposible, o muy difícil para ellos, formar un lazo con otro individuo, si este individuo no forma parte de su cotidianeidad. Desconfían profundamente de cualquiera que no conozcan. Esta desconfianza los ha hecho crear, con su impresionante intelecto, armas: dispositivos diseñados específicamente para matar a otros.
- No es posible que malgasten así esa inteligencia.
- Sé que es difícil de creer, pero es cierto. Son tan inteligentes como estúpidos. La muestra más clara es que han desencadenado el poder de la fisión y de la fusión del átomo, pero lo usan para crear armas capaces de destruir su propio mundo. Cuando bien podrían usar esos recursos y esos conocimientos en crear energía limpia, como nosotros lo hemos hecho. Bueno, en realidad les falta para llegar a ese punto. Pero tienen a su disposición todo lo que necesitan. Con sus conocimientos, podrían darse a sí mismos todo lo que necesitan. Salud. Abundancia. Todo el sufrimiento, que ellos se dan a sí mismos, terminaría. Pero no lo hacen.
"La razón principal, como les estaba diciendo, es esa anormal inclinación a considerar a los de su propia especie como individuos aparte, por separado, y sin relación ".
- Incluso sin contar con telepatía, debería ser obvio para ellos que todos son exactamente lo mismo.
- Sí, y de hecho algunos lo hacen, a nivel intelectual, pero es mucho más fuerte en ellos el instinto de desconfiar. Creamos la vida en su mundo porque quisimos ver cómo sería la vida sin el don que la naturaleza nos dio a nosotros. Cómo sería una forma de vida inteligente sin telepatía. Cómo seríamos nosotros, en suma, si por algún capricho del destino hubiéramos nacido sin la capacidad de saber lo que el otro siente, piensa o es. Pues ya tenemos la respuesta. Seríamos como ellos. Violentos, superficiales, inmaduros, propensos al sufrimiento y a la fascinación por el sufrimiento del otro. Porque ellos ignoran que el sufrimiento del otro, es su mismo sufrimiento. ¿Dije ignorar? Bueno, en realidad no. No cuentan con telepatía, pero sí tienen imaginación. Usando esa cualidad, podrían sentir ellos mismos lo que el otro siente, pero es un esfuerzo de la imaginación que muchos (la gran mayoría) prefiere no hacer.
" En realidad, no es su culpa. Es la forma en que la vida en su mundo fue moldeada por nosotros. Sabemos que la evolución en su mundo se lleva a cabo por un proceso en extremo cruel, en donde las especies son devoradas las unas a las otras, y en donde aquellas que no tienen las aptitudes necesarias, simplemente desaparecen. Su instinto de supervivencia, profundamente escrito en el centro de su código genético, y creado por ese proceso evolutivo, les lleva a desconfiar del otro. Y de esa desconfianza, nace el miedo. Y de ese miedo, nace el odio. O, simplemente, indiferencia".
- Pero es increíble que con su gran inteligencia no comprendan el daño que se hacen a sí mismos.
- Lo sé.
La Asamblea enmudeció unos momentos. Todos estaban absortos. El experimento había llegado a su fin. Ahora sabían que la razón por la que su mundo era tan perfecto, era su capacidad tan absoluta de comprender al otro en solo unos instantes. Sin eso, no serían diferentes de esos seres bípedos, esos "humanos", que poblaban la superficie de ese diminuto mundo, creado en el centro de un miniuniverso, contenido en el centro del Aula de experimentos. Al crear ese miniuniverso, no habían dejado ni un solo rastro de su existencia. Por ello, muchos de ellos creían que su universo había sido creado por circunstancias naturales y fortuitas. Su ciencia se basaba en las leyes naturales que ellos habían observado a través de su existencia. Pero lo que para ellos era un cosmos infinito y en constante expansión, no era más que la fibra negra tetradimensional en el centro de la habitación, que rotaba en medio del vacío, sujeto sólo por cordones de luz y oscuridad, que le daban cohesión. Era como una pelotita.
El experimento les había dado la respuesta que necesitaban. Ahora, una duda no los dejaba en paz.
¿Qué hacer con ellos? ¿Qué sería lo moralmente correcto? ¿Dejarlos a su suerte? ¿Dejar que se maten los unos a los otros? ¿Dejar que destruyan su minúsculo mundo? Conferenciaron.
¿Por qué no? Después de todo, ¿qué valor tenían sus diminutas vidas? Vivían tan poco tiempo, que la vida de uno de esos humanos duraba menos que el transcurso de unos de sus pensamientos. Era algo tan ínfimo, que no tenía valor.
En cuanto los pensamientos de la Asamblea fueron por ese derrotero, las voces internas de esos Seres discreparon. El sufrimiento de los humanos era inmenso. No de todos, pero siempre había alguien que moría muy dolorosamente, ya sea por un dolor físico, o por un dolor emocional, que rompía su pisque. Pero había cosas que ellos se hacían mucho peores que la muerte. Traiciones que nunca debieron existir. Los lazos inviolables de la familia eran rotos con frecuencia, y los infantes, eran torturados por sus propios familiares. A veces, hasta el punto de volverlos locos o de convertirlos a ellos mismos en torturadores. Incontables muertes ocurrían en un solo instante, cuando, impulsados por las más ridículas y absurdas de las razones, se precipitaban en una masacre de los unos contra los otros: ese ejercicio inane, absurdo e inverosímil que ellos habían inventado. Y los ejemplos seguían y seguían.
Al final llegaron a una conclusión, todos casi al mismo tiempo. Ellos debían acabar con ellos. Destruir esa esfera pequeña, que era su universo, y terminar al instante con todo su sufrimiento. Con toda su mezquindad. Con todas sus pequeñas e insignificantes traiciones y dolores, y armas y muertes y flagelaciones. Simplemente, terminar con todo.
El Supremo comprendió esto, y aprobó la decisión. Pero justo antes de que ocurriera esto, se escuchó una voz disidente. Solo una. Pero fue insólito. Seres telepáticos como ellos casi llegaban a pensar como una colmena, y una vez que decidían algo, era unánimemente. Pero muy raras veces alguien no estaban de acuerdo. Y como ocurría cuando esto ocurría, se detuvieron a escuchar.
- No.
Continuará
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